jueves, 1 de noviembre de 2007

LA COMUNICACIÓN INFORMAL EN BOYACÁ

Los boyacenses somos muy comunicativos. Si no, que se explique: ¿por qué en Boyacá hay más de 100 periódicos?, ¿por qué casi todos nos creemos periodistas?, ¿por qué las facultades de periodismo y comunicación social de Bogotá están llenas de estudiantes nacidos en Boyacá?, ¿por qué ha tenido tan buena acogida la facultad de comunicación de una universidad tunjana? y ¿por qué el departamento se está llenando de estaciones de radio legales y piratas? En Boyacá esa especial habilidad comunicativa se ejercita formal e informalmente. Vale la pena abordar el segundo modo, el informal, por que en algunas ciudades y municipios existe una categoría de “comunicadores” que lo practica de manera sui géneris. Se trata de una “cofradía” de hombres, sólo de hombres –qué pena confesarlo--, que se dedica a generar chismes y a propalar rumores generalmente de carácter político o administrativo. Este grupo de singulares caballeros está integrado más que todo por pensionados, desempleados, vagos de nacimiento y tal cual esposo de profesora. Se reúnen de lunes a viernes en aquellas cafeterías en las cuales se prepara buen tinto, porque si bien es cierto que para ellos no hay cuero humano que se les resista, tienen un paladar muy exquisito en tratándose de café y, obviamente, de aguardientico. Esas cafeterías casi siempre están localizadas en el marco de la plaza principal de cada ciudad o localidad(o al menos en un pasaje cercano a ésta). Tan curiosos académicos de la lengua viperina son maestros del humor negro, de la mendacidad, de la ironía, de la picardía y de la maledicencia. Obran con tanta gracia que, en muchas ocasiones, ante sus chispeantes apuntes sólo se puede reaccionar con una espontánea y explosiva carcajada. Además, son tan geniales en sus estrategias de acción que inclusive despiertan admiración. Pero, sea como sea, logran lo que se proponen. Desprestigian irreversiblemente a un gobernador, endiosan a un senador, tumban a un alcalde, desbaratan un hogar y acaban con la honra de quien ose interponérseles en su camino. A pesar de todo... siguen tan campantes

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